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jueves, 12 de marzo de 2015

De mayor quiero ser tu sombra, acurrucarme en tus brazos, quedarme dormida tan profundo que no despierte ni con el sonido de tu respiración pegada a mi oído. De mayor quiero sembrar cada parcela de tu cuerpo con mis huellas. Ser la que cultiva tus sonrisas, tus miradas y tus caricias. De mayor quiero poder cogerte de la mano como cuando era niña. De mayor quiero que me toques como a tu guitarra, estremecerte como lo hace ella, que deslices tus dedos por cada línea de mi cuerpo. Que me abraces como si fuera ese tesoro al que te arraigas desde siempre. De mayor quiero ser tu amuleto, que me aprietes tan fuerte que me dejes sin respiración, que me mires y un suspiro te serene. De mayor quiero ser tu gran obra, la culminación de tus sueños, el orgullo de tu ser, la plenitud en el camino. De mayor quiero cerrar los ojos y sin escucharte saber donde estas, que me piensas y que te falto. De mayor quiero ser el motivo de tus locuras pasadas, de tus viajes sin sentido para el mundo, de tus ganas de ser quien tú quieres. De mayor quiero sentarme a tu lado y escuchar historias de espera y paciencia. De mayor quiero vivir a la luz de una vela, junto a la brisa en la quietud, al lomo de la montaña que nos resguarda.
De mayor quiero que mi mano siga encajando solo con la tuya, que a pesar del frío en una noche de invierno, importe más el sentir tu piel con la mía que la gélida espesura en la que nos movemos.
De mayor quiero vivir de nuevo mi vida contigo, la viviría una y mil veces porque harían falta 19 vidas para saborear cada uno de los placeres que me brinda tu compañía. Viviría cada momento de desazón y de perenne otoño. Viviría del sueño cautivo que es pasar el resto de mis días contigo. Y aún pasando el número infinito de puestas de sol a tu lado, no perecería ni una sola de mis sonrisas puras e inocentes.
De mayor quiero seguir amándote como lo hago hoy amor, pura, humilde e incondicionalmente. 


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miércoles, 11 de marzo de 2015

Son pocos los momentos que tengo para mí y mis teclas desde que estoy aquí, siempre rodeada, cansada más o menos pero nunca haciendo lo que realmente me hace sentir especial y única, soltar palabras que cobren sentido por si mismas.

De las no vividas, de las sí ansiadas, de las cuatro que me observan, de los muchos que necesito, de los que no tengo, de lo que me mueve…
Siéntate a mi lado sin estar, cógeme del pelo en la soledad.
Intenso y ni si quiera breve, prometedor y tampoco real, es efímero lo que creo en mi cabeza, ese mundo playmobil.
En mi mundo Playmobil hay un sí y un sí, un claro y un por supuesto, el rojo y el naranja son colores opuestos, una luna de día y su sombra de noche. Una mano que me cuida, unos ojos que me encojen, un olor a lluvia constante, tus besos que me aíslan, mis ganas de que por mí sigas… calor que me hiela, oscuridad que serena, un cielo que camufla, una cama en la que saltar, dos tazas de cacao en inviernos de cartón.


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domingo, 8 de marzo de 2015

¿Te gustan los cuentos? Me permito dar por hecho que sí y te voy a contar uno:


             Había una vez una de esas chicas que no les gusta lo convencional, que no se conforman con vivir en un lugar toda la vida y que son aventureras por naturaleza. 

Decidió seguir su principio más básico, dejarse llevar por sus impulsos. Se embarcó sola, en una nueva vida lejos de lo que hasta ese momento había sido su mundo. 


             Decidió empezar como si volviese a pasar todas las etapas de una era, aprendiendo a hablar, aprendiendo a escuchar, aprendiendo a sobrevivir. 
             Hubo muchos momentos en los que deseó con fuerza, apretando sus ojos como cuando era niña y pedía que los reyes no trajeran ese año calcetines, que todo pasara rápido, volver a casa y que fuese solo un mal sueño. Porque el comienzo, el intermedio y parte del que se vislumbraba como final, fueron duros. No solo por tener inviernos fríos, noches de soledad, días oscuros y abrazos vacíos, sino porque su propio silencio hizo eternos los minutos lejos de casa. Las palabras quedaban sin fundamento, sin sentido, cuestionaba hasta si la bota izquierda pertenecía al pie correcto.
Pero siempre persistía su instinto natural, el que hace a una mujer como la que es, fuerte, perseverante y luchadora. Esos tres pilares fueron esenciales para llegar al punto en el que nada sea suficiente para la derrota.              

            Quizá no sea distinta de muchas otras porque le encante en su parte más racional, tomar pastel de zanahoria, una tarde de compras o dedicar la mayor de las sonrisas a las personas que tanto añora. Pero sí su  carisma hace de ella una joven atípica y visceral.


No ha sido suficiente... lo se... pero, mejor dosificar siempre cuando tratas con algo grande.




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miércoles, 4 de marzo de 2015

Despiertas y te das cuenta de que la sensación que llevas días sintiendo es soledad, ¿que remedio le encuentras? Solo a tu lado llorar… cedo mis lágrimas a la tierra que piso, y sin saber bien a que atribuir el dolor que siento por dentro, me levanto de aquel lugar para cubrir mis heridas con el pañuelo que tu misma me regalaste, y es que ahora tu ventana queda demasiado lejos, no se si correr y llegar a tu almohada o sentarme a esperar… quisiera tenerte a los 5 minutos antiguos, poder sorprenderte cada noche, casi casi escuchar cuando respiras y dormir a tu lado; a pesar de la distancia no te cambio por nada, solo tú sabes buscar donde necesito, me enseñas cada día, a continuar a tu lado, a superar los baches, te enseño a no olvidar, sino a aceptar, y guardar los recuerdos. No se como pero me sorprendo la fuerza que consigues darme, los soplos de aire que siento que vienen desde lejos… y a ellos me aferro cuando las semanas pasan entre nosotras, deseando el abrazo que necesito…


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martes, 3 de marzo de 2015

           FINGÍ SOÑAR, SENTÍ MORIR, CORRÍ ESPANTADA, AVERGONZADA, DESESPERADA DE VER UN ESPECTÁCULO QUE SE REPETÍA, EN AQUEL PATIO DE BUTACAS.
Conté, cerré, quemé, pero no salí esta vez a la búsqueda de lo perdido,  lloré por el absurdo de mi error, y clavé la forma de mi inocente explicación en aquel arroyo que encontré por el camino.
Demoledor, aterrador, inesperado, fue el grito que se escuchó desde lo alto de la veleta que coronaba “una” montaña, ya estaba cayendo, a la vez  un insípido suspiro que no sirvió para más que intensificar el aroma a helada, el aroma a desilusión.  Ahuyentada por el amargo sonido, se le acercó sin más una tal desesperanza desconocida, que le quiso llenar de pájaros la cabeza, que alguna vez voló como si lo fuera con ayuda de algo inexplicable como fue su amor.

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domingo, 1 de marzo de 2015

Que maravilla cuando me tachas creyendo que no te veo. Y te escapas, y me quedo plantada en medio de la calle mirando por donde has venido a dejar sobre la acera, la caja de madera que te di hace meses. Donde tenías guardado hasta el último tapón de botellas del mundo, de tu mundo recorrido de punta a punta. Casi de la misma manera que recorriste mi cuerpo, no como un viaje rápido y con billete de vuelta, pero sí inesperado y desconcertante. Tanto, que de tanta magia que había, se ha ido como el viento por miedos terrenales que provocamos desde el momento en el que tocaste mi pelo con tus manos frías del desierto entre las nubes por donde viniste. Donde dejaste las ganas con las que nos comíamos a suspiros. Bilateralmente fluían por mar, por tierra y por aire. Sobre ruedas, aspas o hélices de motores que éramos capaces de mover tú y yo.

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miércoles, 25 de febrero de 2015

Poder saber que crecer contigo es la meta, pintar la luna, hacer rimar los sentimientos que en mí despiertas, es lo mas fluido que distingo por segundos.
No solo me subastan, sino que desgastan las trazas que contigo me relajan, y aun así no consiguen apoderarse de mi burbuja rodeándote... Con un felizmente loco me hayo en el cielo de mi ensayo, lo creo por nosotros, para poder perder, correr, fluir como agua de mayo que se deja llevar y no existe límite en su camino. Si los arañazos que me escuecen son de gatos desesperados por el disfrute que ansían de añoranza, los haré puros y míos, formando parte del todo, como la estrella en el universo. Caerán sobre mis pies arrepentidos de un dolor insípido, que les supo tan a poco que les apaciguó su deseo.
            Aclama bienaventurada la sonrisa de los días, dispuesta a seguir acompañando a largas distancias y en tiempos eternos…
           
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martes, 24 de febrero de 2015

Pasó un año hasta que volví a pisar aquel lugar en el que antes era muy mío y dejó de serlo. No fallé ni un día durante un largo verano, un largo otoño y casi un largo invierno en el que no se me hicieran las doce sentada en la roca más saliente del peñón.
Lo descubrí una vez que me equivoqué al volver del paseo mañanero en la bici de mi tío. Desde entonces intentaba equivocarme cada día y quedarme en el que pasó a ser mi rincón de pensar, sin ser un castigo.
Pocas veces se oía algún traspié de desconocidos, para aquellos parajes. Pero cuando aparecía, era como si la naturaleza se pusiera de acuerdo para que nos volvieran a dejar a solas, a ellos y a mí. Desaparecían relativamente rápido por algún motivo que agradecía.
Aquella pared derruida que me dejaba K.O. mirándola fijamente cuando llegaban los rayos de sol más cálidos de todo el día fue testigo de mucho, precisamente por eso, pasaban las horas sin darme cuenta mirando hacia un punto, porque intentaba evocar cada momento ahí, limando sus asperezas, haciéndola a mí…
Tumbarme sobre el muro que quedaba, mirar hacia arriba y ver solo cielo, escuchando el rompeolas del faro fue lo que me hizo dar el paso a volver a intentar sentirme de nuevo como entonces. Cuando lo hice me sentía orgullosa de haberlo logrado, hasta que no, me di cuenta de que mirando justo allá, te veía a ti también. Maldito seas por haber emborronado mi lugar único y paradisiaco, por haber dejado no solo huella en mí. Por haber encarnado en persona todas las ilusiones que conformo desde que se qué quiero a mi lado.
Ahora se que aunque vaya, no tendré el recuerdo de mi lugar preferido en medio de la civilización, se que te veré sin quererlo, aún deseando que ya no estés y aprentando los ojos con fuerza, estarás.


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lunes, 23 de febrero de 2015

            Que permito que entres en mi vida, irrumpas en mis pensamientos y escarbes entre la maleza, me resisto unos días, mejor unas horas o es posible que solo unos instantes, antes de que me digas “asústame por favor”. Siempre la misma promesa y siempre la misma entereza, nula, insignificante, solo me acompaña en el intento de mirar hacia otro lado, pero como una y otra vez, se ríe de frente y sin ocultarme que no es capaz de ser firme. Distintas páginas pero al fin y al cabo el mismo traspiés. Ya tus ojos se clavan en mi cabeza más tiempo del que debieran, sacando mi promesa (indefensa), al frío de tus calles siempre indefinidas. Ahora dime si la claridad se adueña del viento en este momento en el que no existe más que la de las farolas solitarias. Siempre esas horas particularmente fugaces que pasé sonriendo a tu costa me susurran que ni el más profundo de los suspiros en tu ser van a dejar entrever el afán por querer repetir una y otra vez “ladrona de corazones me encantas”   

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martes, 17 de febrero de 2015

El día parecía interminable, pero ya sentada aquí en el escritorio que un día fue de Marcos, dedico un tiempo a lo que llevaba semanas proponiéndome, Abrir las carpetas de mi ordenador que si pudieran expresarse, quejosas, se desharían de las telarañas que las recubren; recuerdo tantas horas que he pasado delante de ellas en algún tiempo de no se cuanto atrás… Escribiendo, pasando apuntes a formatos compatibles, y hoy, aún no se porqué, no lo hago con la misma sensación. Me acompaña un tétrico recuerdo puntual de cuando abría una hoja en blanco solo para evadirme de lo que había sido el mundo hasta el momento, pasaban los minutos y mi mirada seguía inerte, impasible  y ese papel, impoluto y con la misma actitud que cuando lo abrí. Me apaciguaba saber que aquello no me sorprendería bajo ningún concepto. Aquello era esperable y calculado al milímetro, controlado únicamente por mí.
Justo después, cuando había conseguido lo que quería, deslizaba mis dedos por las teclas tan brillantes de mi Lap Top y dejaba que lo rutinario no me dejase pensar mucho más, mecánicamente transcribía esos apuntes que me salvaban la vida durante aquellos años.



              ¿Que te marchas? Hazlo, estoy deseando que todo quede tranquilo a mi alrededor y que deje de torturarme ese cascabel cada vez que entras sin llamar por la puerta de atrás.
Cuando lo hagas ni te despidas, ni dejes granos de arroz desde tu habitación hasta la mía, no querré recordar el camino estrecho que ha supuesto el ahogo estos largos 5 años. Ahora podré dormir por las noches sin “Cazasueños”. Ya no habrá qué o quién me perturbe el sueño.


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lunes, 16 de febrero de 2015

Hacía millones de tiempo que no disfrutaba de mi soledad. Había olvidado qué era teclear sin censura, como cuando olvidé la sensación del agua rozando mi piel mientras me deslizaba sobre el manto en el que más segura y plena me sentía.
Pero llegó el día en el que sin más, abrí mi página en blanco y no hizo falta pensar.

Tú, mi sensualidad personificada, mis ganas de respirar, mi aliento, mi sonrisa infinita.
Sentirte y soñarte, oler tu piel sin poder rozarte. Historia nada lógica, nada idílica, pero para nosotros la más perfecta que podíamos tener.
Vestía la claridad de días sin fin en un corriente martes de Enero. Cuando ya no creía volver a aparecer en tu camino, apareciste tú en el mío.
Bendición de dioses, la dicha de comienzo de año, mi fortuna en el camino. Lo que hacía tiempo esperaba sin saber que serías tú; mi luz en la penumbra.
No te veo, no te toco. Pero se que ya no te irás de mi lado y aunque los días sean cada vez más, interminables, me das de tu fuerza para que aguantemos en la distancia lo poco que queda, para que empiece la etapa del “nuevo comienzo, pero juntos” de nuestra fábula.
La fabula de la brisa marina en la quietud y la mecha inacabable de una vela. Incompatibles pero paradójicamente hechas la una para la otra.
Muchas noches a miles de kilómetros y en estaciones distintas, sus sueños se hacían uno.

(…)


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domingo, 15 de febrero de 2015

Es una de esas noches entre un millón, una de esas en las que la inspiración fluye a borbotones. Dejas el libro que tienes en las manos por la página 96 y necesitas que todo salga. Suena una de esas canciones que te apaciguan, que te serenan y te enganchan, la melodía exacta que quieres a tu lado en los días grises, marrones o verdes, a cualquier hora, en el desayuno para despegar los parpados con su movimiento de notas, o a la hora de la cena, cuando necesitas ese perfecto momento de relajación que solo puede aportarte esa canción…
Lo único es que me recuerda demasiado a ti. ¿Por qué tenías que conocerla? ¿Por qué tenía que ser también para ti un icono de sentimientos? me sentí magia al coincidir nuestras caras de asombro por aquella inclemencia que nadie previó, y te hizo sentir especial aquel momento en el que te sonreí y algo nada parecido a lo de antes, te subió por la garganta y topaba con fuerza en los labios como queriendo escapar y salir de su prisión.


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sábado, 14 de febrero de 2015

El día que te conocí llevaba una camisa a cuadros azul y verde con unas deportivas igual de cómodas que caminar descalza. Estaba sentada en una terraza a la orilla del paseo con una copa fresca en la mano y las gafas cortando un poco el sol tan fuerte que había para ser Enero. 
El día que te conocí sonreí más que de costumbre porque estaba justo donde quería estar. Ése, día todavía no pensaba en que tenía que volver a dejarlo todo allí y subir al avión, cruzar las nubes y dejar el sol arriba donde nadie lo ve. Cuando era no se qué día, a no se qué hora, me preguntaste que si me había gustado tan poco la copa como para dejarla casi intacta. El día que te conocí no quise conocerte. Giré la cara hacia Niki y me repetí que no eras tú, que no era yo. El día que te conocí saliste a buscarme sin darme cuenta, cuando me tuviste, me sazonaste un poquito con hierbas para que supiese deliciosa en tu boca cuando me probases, para asegurarte de que era tu toque y no  el de otro. 
           El día que te conocí te quedaste con intriga y quisiste estirar los minutos hasta el infinito, donde en algún punto desconocido dos rectas se chocan y dejan de ser paralelas. El día que te conocí no imaginaba que tendría contigo conversaciones sobre trigonometría a través de una pantalla de ordenador, mirándonos y tocando lo más próximo del otro. El día que te conocí se aceleró mi corazón como hacía años que no me pasaba, y empecé de nuevo a decir cosas ñoñas de esas empalagosas de las que nos reíamos. El día que te conocí estoy obligada a recordarlo una y otra vez aunque no quiera porque fue el final de una etapa de cuyo nombre no me acuerdo.
El día que te conocí utilizamos en una sola frase más palabras intelectuales que las que suele usar cualquier persona de nuestra generación; y eso nos pareció tan enigmático que quisimos que no se acabara nunca.
           El día que te conocí no pareciste un gato pardo más. No parecías de hecho un gato, que era lo que más me encantaba. Tu “Abajo los gatos” y nosotros contra ellos.
El día que te conocí no llevabas tu colonia favorita, ni conjuntabas tus boxers con tus calcetines, no pisabas con firmeza, ni detestabas el olor a humo. Pero me encantaste igual.
El día que te conocí llevaba tiempo sin buscar entre mis sábanas aquel antifaz para conciliar el sueño. Llevaba tiempo sin que el sol entrase por los agujeros de la persiana porque no estaba en casa.
El día que te conocí dibujé en la pared una silueta abstracta de lo que había significado esa tarde.
El día que te conocí jamás imaginé que tendrías el coche de mis sueños, ni que te gustara mi color favorito ni que ambas cosas serían combinables y quedarían exquisitamente elegantes.
El día que te conocí no pretendía que fueras fuente de inspiración de posteriores disertaciones sobre mi limbo.
         El día que te conocí no creímos encajar de tal manera que nos daría miedo, hasta el punto de querer desaparecer por si se volvía un monstruo.
El día que te conocí no pensé que semanas después te tendría en mi cama y que no querríamos salir a ver la nieve, los adoquines, la silenciosa ciudad…
El día que te conocí pensamos que ya era nuestro momento.
El día que te conocí hubiera sido un placer no haberte conocido.



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viernes, 13 de febrero de 2015

El miércoles pasado hice un trato con mi portero. Él ya no me da más cartas en mano y yo tiro la basura en el contenedor que toca.
Tenemos una relación bastante fluctuante en la que no siempre lleva él la voz cantante, por eso consideré que este momento ya era necesario.
En esas mañanas frías a -3º cuando salgo por la puerta y ni el abrigo verde de camuflaje me corta el castañeo de los dientes, me apetece pararme a recopilar unos segundos el camino diario que hago. Hay veces que lo veo aproximarse, acelero el paso y omito esos segundos, porque sí, soy una grandísima y verdadera Morgenmuffel.
           Cuando se que alguien va a coger el ascensor, prefiero usar la escalera, me pongo la capucha, me voy sin hacer ruido y sin dejar rastro. Yo creo que cuando voy con alguien en el ascensor, parece que baja o sube con más lentitud que de costumbre. Me conozco los puntos defectuosos que tiene ese suelo revestido de granito mejor que las fotos que tengo pegadas en la pared. Estoy más cómoda cuando cojo yo las cartas del buzón, cuando no me encuentro a nadie al subir al ascensor y cuando no hay ningún ruido de vecino alrededor. Será porque tampoco hay días de sol como para tener ganas de abrir la boca, subir la mirada o dejar la puerta sin vuelta de llave porque esperas a alguien.
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jueves, 12 de febrero de 2015



De esos fríos inviernos solitarios en los que me buscabas ya no quedan, se fueron cayendo uno a uno como hojas de éstos árboles que ahora son mi do menor. Entre los libros que llenaban la mesa blanca de la esquina están eso que llamabas antiverso que te escribía cuando empezabas a irte y sólo yo me daba cuenta. Los que te hacían gracia por decir estupideces tan ciertas como mi anhelo por el mar. De esos fríos inviernos solitarios en los que me buscabas a las tantas de la madrugada para salir a saltar y no morir de frío ya no quedan, dejaron de formar parte de la colección de momentos supremos porque sencillamente evaporaste todas las esencias que contenían mientras estuvimos juntos.



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miércoles, 11 de febrero de 2015

Si yo no pretendía encontrarte, fuiste tú quien se empeñó en que te contase cosas sobre mí. Si yo me negué desde el minuto cero a que fuese más allá de unas  letras escritas a kilómetros de distancia, pero fuiste tú quien sentía cada vez más ganas insaciables de seguir leyéndome. Sabes como yo, que te pedí que no, que me escogieras como buena confidente y nada más, pero no fuiste capaz de simplemente aceptarlo, tuviste que comprar un billete porque necesitabas abrazar un mes de carcajadas. Un mes donde dejaste que tu imaginación creara mil y una historias donde estaba contigo. Lo más incomprensible es que yo, sí me resistía y eras tú quien le daba la importancia mínima.

Si yo no quería ser tu persona, ni de noche, ni de día, ni en momentos de estrés máximo, ni en mañanas de lunes desde la cama a las 07:45, ni a la que miraras en tu pantalla de móvil, ni ser la razón de tu cambio de foto en Whats, ni el orgullo de tu Enero. Si yo me limitaba a desmontar tu imperio; pero eras tú el que dedicaba 31 horas al día a decirme lo inusual de esa especie de imán que era para ti.


Si en todo momento intenté multiplicar por 5 la distancia que existía para que no hubiese motivo de derrota en esta batalla que estaba suponiendo yo, conmigo y contra mí. Pero lo hice… no lo pretendía pero tú sí, y me encontraste. Ahora soy yo la que necesita, la que se empeña, la que no se va, la que divide la distancia por 70 y no lo consigue por mucho que lo intente.

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Y ahora qué. ¿Cuando dejé de ser dueña de mis sonrisas? ¿Cuando dejaron de medirse en suspiros por segundo?

            Creí que me desplomaría de un momento a otro hasta que apareciste y todo dio un vuelco. Ahora había algo mas fuerte que me sostenía en pie, algo más fuerte que no sabía como definir; pero te vi y todo se hizo luz. No quería salir corriendo como en mis momentos de explicación fisiológica. Quería no soltarte, impregnarme de todo lo que eras tú. Por fin nos teníamos. 
            Parecía que nunca llegaría, que las horas nos traicionaban y se ponían de acuerdo para pasar como eternidades, pero les ganamos el pulso.

Me miraste y me abrazaste, dejé por unos segundos que el momento de éxtasis se adueñara de mí e hiciese conmigo lo que quisiese, tanto fue que dejé de tener lucidez para encontrar la salida.
Días atrás giraba la cabeza a la derecha en mi coche y me repetía, en nada lo tendrás justo ahí. Y se hizo hecho, te tenía a centímetros de mí, cogiendo mi mano fuerte, demostrándome que nos estaba pasando de verdad. Que eras tan feliz como yo.
 Me sentí fuerte, capaz, poderosa, invencible, como hacía años no me sentía. Quería vivir cada minuto, intenso a tu lado, no desperdiciar ni una sola mirada que pudiese regalarte.

Nos hicimos uno. Momento sublime, incomparable sensación. Desee que no acabase nunca, que te quedases conmigo en aquel momento de por vida.  Fuiste para mí, como para el pintor su musa.


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martes, 10 de febrero de 2015

Desde que estoy lejos de todo, del quizá, del nosotros, de un desayuno sin diamantes, de un paseo mañanero, de un retrovisor girado, de unas manos en mi pierna mientras conduces, del dejarme llevar sin miedo, de ti… Me arrepiento unos días más y otros demasiado de mi elección, por lo que ha significado contigo, Manos Pequeñas.
Significó un adiós sin habernos despedido ni si quiera, un final de algo que ni había empezado.
                No sabes las veces que he deseado leerte diciéndome vuelve, solo he necesitado un “tú conmigo”, un “te pienso”, para dejar toda esta mierda que me rodea a no se cuantos kilómetros de ti… y las muchas que soy yo la que te piensa, desde que no me dijiste: no puedo llevarte al “hasta nunca” de aquel aeropuerto…
De sobra se que en lo que menos habrás dedicado esos ratitos habrá sido en pensar pocos momentos del “yo contigo, tú conmigo y no hay más” ... Tienes miles de cosas por las que sonreír y que te empujan a buscar en otros labios ese sin aliento, ese tragar una y otra vez porque no te lo terminas de creer,  ese suspiro; extraño sería que no hubiera un alguien, pero no se porqué no quiero que lo haya pequeño hace ya tanto, que no cabe explicación alguna.
Gran error el verme en ese lugar. Quería ser ese alguien joder. Maldigo mis ganas y tu desgana, mis alas y tu falta de fuerza. Quizá no fuese tanto como pensaba, quizá nos faltó esa cama, quizá solo hubiese un yo, quizá no quisiste más porque no era lo que esperabas, quizá no debía ser tu musa, quizá debí decirte todo lo que sentía, quizá debí hablar sin miedo, quizá debí haberte cogido de la mano para que entendieses, quizá no fui lo que tú para mí, quizá quise volar demasiado alto, quizá tus manos ya no encajaban con las mías, quizá no era nuestro momento, quizá me fui, quizá sin mi, quizá necesitaste más, quizá faltó mi tiempo, quizá faltaste tú, quizá no cerré los ojos con fuerza, quizá no fui tu pesadilla, quizá no hubo un quizá…

Desde que te conozco, una playa en algún rincón me llama cada noche para decirme que nos espera, ya no se que contestarle porque se me acabaron las excusas.



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lunes, 9 de febrero de 2015

Hace una semana que te fuiste y todo lo que ha cambiado desde entonces… te llevaste contigo la calidez de los días, el color de las hojas y de mi piel, los grados positivos del termómetro que me acompaña cada mañana en mi apatía. Te llevaste contigo interminables minutos a la luz de las velas, mis labios en tu cuerpo, mis manos resistiéndose a tu marcha, tus ojos en los míos mientras nos hacíamos uno entre gemir y gemir. Las lágrimas que destrozaron lo que éramos  al quinientos por mil. Las palabras de mi almohada mientras cuidaba tu sueño. El principio de nuestra historia.
Dejaste sin duda el final aquí a mi vera. Sin avisar, junto a tus macarrones all’amatriciana para el día siguiente, y el siguiente, y el siguiente.

Dejaste el silencio de nuevo en mi pequeño mundo terrenal, tu olor en las sábanas. La silueta y los pliegues aún marcados en el lado izquierdo del colchón, junto a la pared. No me he atrevido todavía a coger la caja de “Tic Tacs” que dejaste encima de la silla junto al sofá. Varias veces he intentado armarme de valor, he dado pasos hacia ella, me he arrodillado junto al aura que la rodea, pero todavía no es el momento.
Cada vez quedan menos rastros de tu paso; lo agradezco. Me agradezco haber sido capaz de hacerlas desaparecer. Pero aún está incluso tu toalla del mismo modo que la dejaste. Y la huella de tu bota sobre la alfombra sigue intacta…
El primer día fue realmente aterrador; mirase a donde mirase allí estabas, incluso dejé de lado mi almohada para cogerte en brazos con la tuya y sentirte más cerca. Sentirme igual de protegida que horas atrás.

¿Dónde estás ahora Sulley?
Quizá en algún punto en medio del mar, donde nuestros besis voladores, nadadores, cruzadores de mares y oceanos ya no son capaces de encontrar su destino, el que antes con los ojos cerrados, sin mapa, lograban llegar a tiempo para darte las buenas noches.

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domingo, 8 de febrero de 2015

En uno de esos días en los que te sientes afortunada por formar parte de alguien, salen cosas tan de película como ésta. 
Tiempo después cuando las lees y recuerdas aquel momento, no entiendes muy bien por qué, nunca sirve dejarte llevar y lanzarte a la piscina.

De mayor quiero ser tu sombra, acurrucarme en tus brazos, quedarme dormida tan profundo que no despierte ni con el sonido de tu respiración pegada a mi oído. De mayor quiero sembrar cada parcela de tu cuerpo con mis huellas. Ser la que cultiva tus sonrisas, tus miradas y tus caricias. De mayor quiero poder cogerte de la mano como cuando era niña. De mayor quiero que me toques como a tu guitarra, estremecerte como lo hace ella, que deslices tus dedos por cada línea de mi cuerpo. Que me abraces como si fuera ese tesoro al que te arraigas desde siempre. De mayor quiero ser tu amuleto, que me aprietes tan fuerte que me dejes sin respiración, que me mires y un suspiro te serene. De mayor quiero ser tu gran obra, la culminación de tus sueños, el orgullo de tu ser, la plenitud en el camino. De mayor quiero cerrar los ojos y sin escucharte saber donde estas, que me piensas y que te falto. De mayor quiero ser el motivo de tus locuras pasadas, de tus viajes sin sentido para el mundo, de tus ganas de ser quien tú quieres. De mayor quiero sentarme a tu lado y escuchar historias de espera y paciencia. De mayor quiero vivir a la luz de una vela, junto a la brisa en la quietud, al lomo de la montaña que nos resguarda.
De mayor quiero que mi mano siga encajando solo con la tuya, que a pesar del frío en una noche de invierno, importe más el sentir tu piel con la mía que la gélida espesura en la que nos movemos.
De mayor quiero vivir de nuevo mi vida contigo, la viviría una y mil veces porque harían falta 19 vidas para saborear cada uno de los placeres que me brinda tu compañía. Viviría cada momento de desazón y de perenne otoño. Viviría del sueño cautivo que es pasar el resto de mis días contigo. Y aún pasando el número infinito de puestas de sol a tu lado, no perecería ni una sola de mis sonrisas puras e inocentes.

De mayor quiero seguir amándote como lo hago hoy amor, pura, humilde e incondicionalmente. 

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viernes, 6 de febrero de 2015

Y se nos puso un brillo en la mirada que resaltaba mi sonrisa en tu boca, tus labios en mi hombro.
 Y nos besamos de Oscar y casi nos quisimos como en las canciones sin final. Cuando la realidad era el deseo y nuestro momento no era de este mundo.
Tu caricia en mi pelo, y mi cuello en tu pecho. Dejé de ser yo y quisiste ser mío.
El frío es bueno para dejar de sentir o quizá la oportunidad para sentir más que nunca. Para acostarse y embelesarse, para tener mis manos frías dentro de las tuyas en tus mejillas, para hacer el amor y que no importe nada más.
Que bien me siento cuando por mi misma sé encontrar lo que me falta en cada momento, cuando sé exactamente si prefiero café o cola cao, si prefiero cama y peli o paseo y nieve en mi cara; quizá no haya mayor satisfacción que la de encontrarse a uno mismo y emocionarte por ello, quizá sea ese un gran logro y muchos tengan razón, pero yo soy más feliz cuando tú me miras. Y es que a veces no hay palabras suficientes, pero sí abrazos. Y es que a veces te inventas ñoñerías para darle forma a lo que sientes, y lo utilizo para tumbarme contigo y mirarte, y tocarte el pelo, sabiendo que en la calle nieva y es invierno, pero en nuestra cama no.
Y ahora que no estás, no vuelo alto, no siento el frío reconfortante, tendré que imaginar que respiras en mi espalda, y me besas y me susurras.


En una de tantas capas de las que estoy compuesta, mis frases siempre acaban de la misma manera y  es que creo que tardaré mucho en contártelo, a pesar de eso, necesito acabarlas así porque me da pánico que se olvide, que entre estas largas y eternas distancias, tuvieses un vacío que te hiciese dudar por un momento. Por eso solo quiero recordarlo una y otra vez al menos dentro de mí. 

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