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martes, 24 de febrero de 2015

Pasó un año hasta que volví a pisar aquel lugar en el que antes era muy mío y dejó de serlo. No fallé ni un día durante un largo verano, un largo otoño y casi un largo invierno en el que no se me hicieran las doce sentada en la roca más saliente del peñón.
Lo descubrí una vez que me equivoqué al volver del paseo mañanero en la bici de mi tío. Desde entonces intentaba equivocarme cada día y quedarme en el que pasó a ser mi rincón de pensar, sin ser un castigo.
Pocas veces se oía algún traspié de desconocidos, para aquellos parajes. Pero cuando aparecía, era como si la naturaleza se pusiera de acuerdo para que nos volvieran a dejar a solas, a ellos y a mí. Desaparecían relativamente rápido por algún motivo que agradecía.
Aquella pared derruida que me dejaba K.O. mirándola fijamente cuando llegaban los rayos de sol más cálidos de todo el día fue testigo de mucho, precisamente por eso, pasaban las horas sin darme cuenta mirando hacia un punto, porque intentaba evocar cada momento ahí, limando sus asperezas, haciéndola a mí…
Tumbarme sobre el muro que quedaba, mirar hacia arriba y ver solo cielo, escuchando el rompeolas del faro fue lo que me hizo dar el paso a volver a intentar sentirme de nuevo como entonces. Cuando lo hice me sentía orgullosa de haberlo logrado, hasta que no, me di cuenta de que mirando justo allá, te veía a ti también. Maldito seas por haber emborronado mi lugar único y paradisiaco, por haber dejado no solo huella en mí. Por haber encarnado en persona todas las ilusiones que conformo desde que se qué quiero a mi lado.
Ahora se que aunque vaya, no tendré el recuerdo de mi lugar preferido en medio de la civilización, se que te veré sin quererlo, aún deseando que ya no estés y aprentando los ojos con fuerza, estarás.


                                                                                                                                  Wxyz

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