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domingo, 8 de marzo de 2015

¿Te gustan los cuentos? Me permito dar por hecho que sí y te voy a contar uno:


             Había una vez una de esas chicas que no les gusta lo convencional, que no se conforman con vivir en un lugar toda la vida y que son aventureras por naturaleza. 

Decidió seguir su principio más básico, dejarse llevar por sus impulsos. Se embarcó sola, en una nueva vida lejos de lo que hasta ese momento había sido su mundo. 


             Decidió empezar como si volviese a pasar todas las etapas de una era, aprendiendo a hablar, aprendiendo a escuchar, aprendiendo a sobrevivir. 
             Hubo muchos momentos en los que deseó con fuerza, apretando sus ojos como cuando era niña y pedía que los reyes no trajeran ese año calcetines, que todo pasara rápido, volver a casa y que fuese solo un mal sueño. Porque el comienzo, el intermedio y parte del que se vislumbraba como final, fueron duros. No solo por tener inviernos fríos, noches de soledad, días oscuros y abrazos vacíos, sino porque su propio silencio hizo eternos los minutos lejos de casa. Las palabras quedaban sin fundamento, sin sentido, cuestionaba hasta si la bota izquierda pertenecía al pie correcto.
Pero siempre persistía su instinto natural, el que hace a una mujer como la que es, fuerte, perseverante y luchadora. Esos tres pilares fueron esenciales para llegar al punto en el que nada sea suficiente para la derrota.              

            Quizá no sea distinta de muchas otras porque le encante en su parte más racional, tomar pastel de zanahoria, una tarde de compras o dedicar la mayor de las sonrisas a las personas que tanto añora. Pero sí su  carisma hace de ella una joven atípica y visceral.


No ha sido suficiente... lo se... pero, mejor dosificar siempre cuando tratas con algo grande.




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