De esos fríos inviernos
solitarios en los que me buscabas ya no quedan, se fueron cayendo uno a uno
como hojas de éstos árboles que ahora son mi do menor. Entre los libros que
llenaban la mesa blanca de la esquina están eso que llamabas antiverso que te
escribía cuando empezabas a irte y sólo yo me daba cuenta. Los que te hacían
gracia por decir estupideces tan ciertas como mi anhelo por el mar. De esos
fríos inviernos solitarios en los que me buscabas a las tantas de la madrugada
para salir a saltar y no morir de frío ya no quedan, dejaron de formar parte de
la colección de momentos supremos porque sencillamente evaporaste todas las
esencias que contenían mientras estuvimos juntos.
Wxyz
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