Hace una semana que te fuiste y
todo lo que ha cambiado desde entonces… te llevaste contigo la calidez de los días,
el color de las hojas y de mi piel, los grados positivos del termómetro que me
acompaña cada mañana en mi apatía. Te llevaste contigo interminables minutos a
la luz de las velas, mis labios en tu cuerpo, mis manos resistiéndose a tu
marcha, tus ojos en los míos mientras nos hacíamos uno entre gemir y gemir. Las
lágrimas que destrozaron lo que éramos al
quinientos por mil. Las palabras de mi almohada mientras cuidaba tu sueño. El principio
de nuestra historia.
Dejaste sin duda el final aquí a mi vera. Sin avisar, junto
a tus macarrones all’amatriciana para el día siguiente, y el siguiente, y el
siguiente.
Dejaste el silencio de nuevo en
mi pequeño mundo terrenal, tu olor en las sábanas. La silueta y los pliegues aún
marcados en el lado izquierdo del colchón, junto a la pared. No me he atrevido
todavía a coger la caja de “Tic Tacs” que dejaste encima de la silla junto al
sofá. Varias veces he intentado armarme de valor, he dado pasos hacia ella, me
he arrodillado junto al aura que la rodea, pero todavía no es el momento.
Cada vez quedan menos rastros de tu paso; lo agradezco. Me
agradezco haber sido capaz de hacerlas desaparecer. Pero aún está incluso tu
toalla del mismo modo que la dejaste. Y la huella de tu bota sobre la alfombra
sigue intacta…
El primer día fue realmente aterrador;
mirase a donde mirase allí estabas, incluso dejé de lado mi almohada para
cogerte en brazos con la tuya y sentirte más cerca. Sentirme igual de protegida
que horas atrás.
¿Dónde estás ahora Sulley?
Quizá en algún punto en medio del mar, donde nuestros besis voladores,
nadadores, cruzadores de mares y oceanos ya no son capaces de encontrar su
destino, el que antes con los ojos cerrados, sin mapa, lograban llegar a tiempo
para darte las buenas noches.
Wxyz
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