FINGÍ SOÑAR, SENTÍ MORIR, CORRÍ ESPANTADA, AVERGONZADA,
DESESPERADA DE VER UN ESPECTÁCULO QUE SE REPETÍA, EN AQUEL PATIO DE BUTACAS.
Conté, cerré, quemé, pero no salí esta vez a la búsqueda de
lo perdido, lloré por el absurdo de mi
error, y clavé la forma de mi inocente explicación en aquel arroyo que encontré
por el camino.
Demoledor, aterrador, inesperado, fue el grito que se
escuchó desde lo alto de la veleta que coronaba “una” montaña, ya estaba
cayendo, a la vez un insípido suspiro
que no sirvió para más que intensificar el aroma a helada, el aroma a
desilusión. Ahuyentada por el amargo
sonido, se le acercó sin más una tal desesperanza desconocida, que le quiso
llenar de pájaros la cabeza, que alguna vez voló como si lo fuera con ayuda de
algo inexplicable como fue su amor.
Wxyz
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