Hacía millones de tiempo que no disfrutaba de mi soledad.
Había olvidado qué era teclear sin censura, como cuando olvidé la sensación del
agua rozando mi piel mientras me deslizaba sobre el manto en el que más segura
y plena me sentía.
Pero llegó el día en el que sin más, abrí mi página en
blanco y no hizo falta pensar.
Tú, mi sensualidad personificada,
mis ganas de respirar, mi aliento, mi sonrisa infinita.
Sentirte y soñarte, oler tu piel sin poder rozarte. Historia
nada lógica, nada idílica, pero para nosotros la más perfecta que podíamos
tener.
Vestía la claridad de días sin
fin en un corriente martes de Enero. Cuando ya no creía volver a aparecer en tu
camino, apareciste tú en el mío.
Bendición de dioses, la dicha de comienzo de año, mi fortuna
en el camino. Lo que hacía tiempo esperaba sin saber que serías tú; mi luz en
la penumbra.
No te veo, no te toco. Pero se
que ya no te irás de mi lado y aunque los días sean cada vez más,
interminables, me das de tu fuerza para que aguantemos en la distancia lo poco
que queda, para que empiece la etapa del “nuevo comienzo, pero juntos” de
nuestra fábula.
La fabula de la brisa marina en la quietud y la mecha
inacabable de una vela. Incompatibles pero paradójicamente hechas la una para
la otra.
Muchas noches a miles de kilómetros y en estaciones
distintas, sus sueños se hacían uno.
(…)
Wxyz
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